miércoles, diciembre 23, 2015

Los buenos tiempos

Por suerte, los buenos tiempos existieron, al menos para mí.
Era la época en que Nacho ya tenía su carné de conducir.
Me pasaba a buscar todas las noches, y nos íbamos a dar vueltas. La ciudad siempre fue muy aburrida, así que una vez que nos cansamos de recorrer sus calles, barrios y avenidas, se nos dio la costumbre de agarrar una ruta cualquiera, de los alrededores, y darle nomás.
Muchos jóvenes de san francisco murieron así.

Nosotros agarrábamos siempre la rosario de santa fé, pasando la rotonda.
La idea no era ir a un lugar específico. La idea era ir. Solo ir.

Una vuelta paramos en una estación de servicio a cargar nafta.
En las estaciones de servicio, te arrancan la cabeza. Y te miran mal si vas de noche con tu novio a comprar forros. Creen que sos una puta, que pronto vas a vender tu cuerpo en la ruta y le vas a hacer dedito a los camioneros. Claro que no hablo de cualquier estación de servicio. Hablo de esas que están digamos, a la intemperie, a las afueras de la ciudad.
Una vuelta paramos en una a cargar nafta, y después de pagar, Nacho se fue a comprar una coca, y yo me quedé afuera esperando, pero me dieron ganas de hacer pipí. Los baños estaban afuera, ahí nomás, así que fui.
Y fue esa noche que, justo mientras yo meaba, un tipo entró al baño, a decirme, que los baños no son de uso público, que sólo los clientes los pueden usar. Le respondí con... amabilidad. Que mi novio estaba comprando una coca, que habíamos cargado nafta, que no me rompa las pelotas… (Bueno, eso no se lo dije). El tipo soltó una disculpa, pero se quedó ahí... ¿Haciendo qué? No lo sé! Yo me quedé quietecita, en silencio, detrás del divisor, con la colita al aire, escuchando, esperando que se fuera. Pero el tipo no se iba! Yo lo podía ver por debajo de la puerta. Me quedé ahí encerrada, inmóvil. Hasta que se fue...
Cuando salí del baño, lo busqué con la vista, pero no lo vi. Me sentí indefensa, sentí que tranquilamente podría aparecer por detrás, taparme la boca, y llevarme a algún rincón oscuro, o al mismo baño. Por eso, casi que corrí. Y me tranquilicé mucho al llegar a donde estaba nacho.


San francisco
En el vacío.
Y en el silencio,
de la ruta oscura.

En los camiones y autos
Que pasan de largo
Y que jamás se adentrarán
A la ciudad.

Que jamás conocerán
Sus plazas
Sus telos.
Su gente.

Esa vuelta, después de comprar los forros, nacho me llevó al medio del campo, como es costumbre de todos los jóvenes de san francisco que tienen auto pero no casa o departamento propio. En realidad el auto tampoco es de ellos, si no de la familia. Entonces qué hacen? Pues entonces llevan a sus novias a los campos de alrededor, o alguna callejuela perdida, para hacerlas felices.

Esa noche hicimos cosas de las que no me arrepiento. Cómo me podría arrepentir, hoy hago cosas peores. 
Y esos fueron más o menos los buenos tiempos. Al menos para mí. Si si. Esperar todos los días, que llegue la noche, para escaparme de casa, y para que mi novio, me la ponga toda. Hay que cochina!!!


Lalala larala lara lira la.


Fin.