domingo, marzo 25, 2007

Poética para un muchacho que conocí

LO PREVIO.
Una pequeña presentación: gordito, ojos verdes (azules de noche), pelo largo, negro, se lo quería cortar, le pedí que no. Un poema, me pidió.
La verdulería cerca de mi casa. Zanahorias, rabanitos, achicorias.
- Dame dos kilos de bananas, y un melón.
No hay nada más excitante que un chico bonito, buscando un melón. Agarrándolo con sus dos manos, pesándolo, guardándolo en una bolsa, “algo más?”.
- Flaca... algo más??...
- Eh... sí, no, nada más... - y me voy, deseando... con intensidad.

Yo venia caminando por dean funez; córdoba, cuando llueve, no es tan, desagradable; caminando por dean funez venía, cuando me pregunté quién había sido funez, por qué su nombre era digno de una calle, y me acordé de mi profe de literatura argentina I. Sus chistes, su pelo gris, su chaqueta roja, y esa tarde que lo vi en la biblioteca e imaginé ser la mujer, que se lo garcha todas las noches, con la que tiene muchos hijos, y una linda casa.

LA FIESTA. PROPIAMENTE DICHA.
Un campo, una casa. Por allá un molino, por allá caballos, por allá horizontes, por allá más campos. Es decir, una casa, en un campo, rodeado de campos. He aquí una descripción, del lugar.

Fiesta nocturna. Cuando una mujer arriba a una fiesta nocturna, o a un boliche, lo primero que hace es ir al baño, para ver si sigue luciendo tan hermosa como se veía antes de salir. Así que, no bien llego, me voy para el baño, donde mirándome en el espejo, ingiero unas pastillas, saco del bolsillo una petaca, tomo hasta la mitad, y me siento en el suelo, piernas abiertas, codos en las rodillas, a esperar resultados. Mientras tanto me entretengo, con una interesante disputa, entre dos lindos trabas. Rubias, hermosas. Mi sonrisa, mi satisfacción, nunca, como aquella noche.

Una muchachita pequeña tal vez de 16 años, fumaba cigarrillos en soledad echada sobre un grande y cómodo sillón. Sus ojos denotaban cierta tristeza, tal vez porque sus planes para aquella noche habían fracasado. Además de fumar, no hacía otra cosa que ocupar su atención en los variados divertimentos ajenos, y fue así cuando divisó cierto agradable muchacho en medio de los numerosos invitados, que bailaban como energúmenos y locos incitados por la lujuria y la orgía desencadenadas por aquella otra muchachita de los cabellos despilfarrados que no había tenido mejor idea que hacer un pequeño streep arriba de la mesa, y ponerse casi en bolas. Este agradable muchacho que divisó la muchachita tristona de 16, medio a los empujones, medio no, se abalanzó entremedio de la gente para alcanzar los equipos antes de que otro tomara el definitivo control sobre ellos. Una vez allí, efectuó un cambio de discografías, y fue así que comenzaron a sonar los chemicals. La muchachita solitaria sonrió pero tuvo que des sonreír al ver a la desagradable cabaretera de cabellos despilfarrados acercarse con su chico de ojos celestes, el verdulerito, y echarse los dos bruscamente sin ningún reparo ni respeto sobre el sillón donde ella se había sentado primero. Luego tuvo que aguantar verlos besarse descaradamente y acostarse ella encima de él, y besarlo por donde se le ocurriera, y tocarla él por donde se le ocurriera, todo a dos centímetros de la muchachita, que decidida, jamás abandonaría territorio. La despilfarrada, sintiéndose incomodada por la presencia de la muchachita, se detuvo en sus quehaceres y le preguntó desquiciadamente si también quería participar. La pobre entonces ya no pudo soportarlo y se vio obligada a abandonar campo de batalla, no sin la peor cara de culo existida y por haber. La cabaretera y su verdulero danés (porque había vivido un año en Dinamarca) se rieron y se sintieron levemente, levemente, culpables, pero continuaron con su desenfrenado y erótico manoseo e intentos de desvestirse, hasta que el muchacho, al fin, se la llevó a una de las habitaciones.
LA CULMINACIÓN. EL ENCUENTRO PROPIAMENTE DICHO.
La vida es bella.
Es bella, cuando te tiran en la cama.
Es bella, cuando te desabrochan, el corpiño.
Cuando lentamente te sacan la bombachita.

Escribir un poema
no es cosa sencilla
si no se es poeta, respondí.

Pero él exigió.
Y heme aquí.

Fin.